Introducción

Cualquier organización requiere para avanzar de unos objetivos definidos y de unas pautas estratégicas de actuación. Las intensas convulsiones que ha experimentado la judicatura en los últimos tiempos han puesto de manifiesto las dificultades de nuestra asociación para adaptarse a nuevas circunstancias. Y ello ha evidenciado la carencia de unos principios programáticos que aglutinen a Jueces para la Democracia y que cuenten con el respaldo de la mayoría de sus asociados.

Se puede afirmar que al menos una parte de esta ausencia de una visión definida común debe ser asignada a la forma de elección del Secretariado de Jueces para la Democracia. Como cualquier otro, el sistema actual tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Pero lo cierto es que la presentación en los últimos años de candidatos individuales con programas distintos no ha facilitado identificar una línea de acción global, cuyo cumplimiento pudiera ser reclamado por la asociación. Ello ha resultado compatible con iniciativas personales muy meritorias desde el Secretariado.

Así pues, parece aconsejable que el conjunto de la asociación intente marcar dichos principios de actuación, al menos en los congresos que tengan carácter electivo. Necesariamente, ello debe abordarse desde una perspectiva integradora, que valore la pluralidad asociativa como una de las señas de identidad esenciales de Jueces para la Democracia.

Resulta difícil negar que se detecta cierto estancamiento en nuestro discurso. Y suele suceder que, cuando una asociación no está creciendo, lo más probable es que esté decreciendo. Está claro que no es obligatorio crecer si ello implica determinadas renuncias. Sin embargo, parece que el problema estriba en que probablemente tenemos una amplia capacidad de mejorar si logramos articular un discurso homogéneo y que tenga suficiente credibilidad. Es decir, podríamos conseguir mayor capacidad de influencia en la profesión, sin dejar renuncias por el camino, a condición de que logremos introducir determinados cambios en nuestra organización y presencia pública.

El presente documento parte de la premisa de que, en nuestras relaciones con el conjunto de la profesión, existen dos importantes sectores que reciben el discurso de Jueces para la Democracia. Por un lado, se encuentran los compañeros no asociados que por razones ideológicas pueden sentirse cercanos a nuestros planteamientos; éstos muestran a menudo una actitud de desconfianza hacia nuestras palabras. Por otro lado, tenemos al resto de la profesión que está integrado por otros compañeros que por razones ideológicas será difícil que sintonicen con nuestra asociación; no resulta extraño constatar que este grupo mayoritario en la judicatura expresa con frecuencia su animadversión hacia las iniciativas de Jueces para la Democracia. La finalidad de esta línea de actuación que se propone debe ser que los afines modifiquen su actitud de recelo por una de proximidad simpatizante. Y que los no afines cambien su animadversión por una postura de respeto a nuestras posiciones. En todo caso, el respeto y la credibilidad tendremos que ganarlos a diario. No resulta sencillo conseguirlo en una situación minoritaria. Ambas actitudes de nuestros compañeros son correlativas, pues conseguir el respeto del conjunto de la profesión facilitará la proximidad de los compañeros más cercanos ideológicamente.

En todo caso, más allá del mayor o menor acierto de las propuestas que en este documento se formulan, lo que parece poco discutible es que necesitamos alguna carta de navegación, apoyada por la mayoría de Jueces para la Democracia y representativa de sus distintas sensibilidades, que nos permita avanzar hacia alguna dirección. Como indicó Lewis Carrol, resulta irrelevante tener prisa si uno no sabe adónde se dirige.

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