- ETNOCIDIO Y GENOCIDIO
Etnocidio y genocidio son términos semejantes y de amplio espectro que indican resultados victimales genéricos y masivos de etnias y pueblos a los que el victimario ha designado como enemigo natural al que hay que liquidar.
Pero el mecanismo disparador es el racismo y la xenofobia, que más que conceptos son actitudes a veces, parece que como componentes genéricos tribales lo que explicaría la pesimista observación de algún antropófago referente a que el progreso no ha aportado demasiado a la mitigación del racismo y tampoco las religiones han contribuido visiblemente a dulcificar sus consecuencia, cuando no a exacerbarlas, como se ha puesto de actualidad en este siglo a través del renacimiento de los fundamentalismos tendentes a la instauración de regímenes teocráticos cuya inicial proclama es el rechazo al infiel, casi siempre coincidente con el extranjero.
Como la biología todavía no ha aportado verificación científica alguna del componente racista en el genoma humano las explicaciones sobre el origen y el desencadenamiento del racismo residen todavía en el campo de la Psicología Social. Esto es, no mucho más allá de la literatura de lo profesores, con lo que las explicaciones más entendibles proceden de la descripción de sus causas históricas y de carácter político, sobre los cuales los distintos criterios no son nada pacíficos.
Lo cierto es que el racismo es una actitud presente y compartida por una gran parte de la población de cada país. En particular de la población de los países más favorecidos económicamente. Este, por lo menos, es un dato empírico digno de ser tenido en cuenta.
Observemos una prueba reciente:
El 22 de septiembre del año pasado un diario de gran tirada publicaba un cuadro sobre la «Cronología reciente del racismo en la escuela»:
Cronología reciente del racismo en la escuela
1985: 400 niños son sacados de clase por sus padres en el colegio Severo Ochoa de Madrid, ante la presencia de 35 escolares gitanos.
Vecinos del barrio gijonés de Tremañes retienen a un concejal ante el anuncio de que 100 niños gitanos se integrarán en un nuevo centro escolar.
1986: El primer día de clase en los colegios Mirasierra y Alhambra, del distrito madrileño de Carabanchel, 120 niños gitanos entran acompañados por cuatro parlamentarios de la comunidad y el director provincial de Educación para evitar el rechazo.
La solicitud de matrícula de 47 niños gitanos es rechazada en los colegios públicos Díaz Pintado y Fernández de los Ríos en Burjassot (Valencia).
1987: Un colegio de Tarragona cierra la puerta para presionar la expulsión de unos escolares gitanos.
1988: 45 niños gitanos son rechazados por colegios públicos en Ripollet (Barcelona).
1989: 14 niños gitanos son rechazados en el colegio José Calderón Púa en la barriada malagueña de Campañillas.
1990: grupos de padres impiden la entrada de cinco niños gitanos en el colegio José Ruiz de Gordoa en Andujar (Jaén).
1991: Vecinos de Mancha Real (Jaén) impiden la escolarización de cuatro niños gitanos en el colegio público Sixto Sigler.
Esta publicación se hizo con ocasión de los sucesos de Mancha Real. Un periodista destacaba que en una de las paredes del Colegio Público Sixto Sigler de la mancha Real un viejo cartel colocado en una de las paredes rezaba: «Los niños aprenden lo que ven: si un niño vive con hostilidad aprenden a pelear». Sabia recomendación –decía el periodista- que debió quedar inadvertida para muchas de las madres de los 1370 alumnos del Colegio, que, «a voz en grito y amparadas por su propia masa, llamaban asesinos a cuatro niños gitanos en los primeros días del curso» y «tanto afán pusieron en sus labios que sus propios hijos las imitaban».
Como es sabido la Guardia Civil tuvo que proteger a los niños gitanos en trance parecido en su mecanismo desencadenante a como las tropas de la Guardia nacional de los EE.UU. tuvieron que proteger a niños negros que querían durante la época de Kennedy acudir a las escuelas de Alabama.
Pero tampoco los negros se salvan de recibir la aversión racista en aquellos países, como los europeos, que podían cómodamente denostar el racismo que cinematográficamente se les mostraba, antes de que tuvieran que convivir con minorías de color. Como una traición del subconsciente común a la mayoría de los protagonistas de la caza del gitano, del moro o del negro invariablemente exclama: «Yo no soy racista, pero que no se mezclen conmigo».
La única barrera existente entre el racismo y la xenofobia y sus ominosas consecuencias, el etnocidio y el genocidio, es la organización del Estado Social y Democrático y de Derecho, naturalmente de carácter laico a pesar de que esta verificación de corte teórico y empírico se trata de contestar cuando las necesidades electorales en el seno de estos mismos Estados y utilizando sus reglas de juego azuzan los contenidos racistas de amplios sectores del electorado. El ejemplo más tópico ha sido el ascenso de Le Pen en Francia. Pero el problema sigue siendo básico y metapolítico: ¿por qué los sentimientos y actitudes racistas?
La explicación que salta a la vista atribuye el despertar y auge del racismo a la competencia en el mercado de trabajo. Parece evidente que es la clave de su ascenso ya que cada población originaria pronuncia su rechazo del distinto racialmente, como del extranjero, ya que ambos le disputan el puesto de trabajo; pero no es evidente que ésta sea la única causa, porque a pesar del rechazo común al diverso racial y al extranjero, la diferencia entre ambos rechazos es notable hasta el extremo de que al primero se le odia y se le persigue. El ejemplo concluyente es el del rechazo al pueblo gitano.
Nos hace pensar que se trata del mismo mecanismo de rechazo, compartido, como no, por la clase dirigente, que condujo a España a la persecución y expulsión de moros y judíos y del que tantas connotaciones racistas conserva el lenguaje.
Han venido entremezcladas actitudes religiosas totalizadoras y dogmatizadas que por una parte constituían la cínica ideología del poder tradicional, inspiraban las leyes y la razón de Estado; y por otra parte, a través del lenguaje y de la costumbre, pasaban a ser ingrediente único de la cultura popular de los, al fin y al cabo, vencedores históricos: Las minorías residuales, ya que el racismo siempre se dirige contra una minoría doméstica, serían estigmatizadas, ya que su sangre era impura, su religión otra y si se convertían esta conversión sería falsa, eran «marranos». En cambio la identidad de los propietarios de la patria y de la fe es una identidad de resistencia frente a la impureza. Por eso tiene que ser agresiva y expulsar al contaminante.
Los ejemplos clásicos de victimización masiva y genérica a través del genocidio que los autores han propuesto son: la llamada Causa Armenia, El Holocausto Judío y el de los Indios americanos.
Esta propuesta ejemplificadora así enunciada –la hace Elías Neuman en si libro- aunque es coherente en os dos primeros casos por las razones que se explicarán, está cargada de relativismo histórico.
El exterminio de unos pueblos a manos de otros parece que ha sido una constante desde la época de las grandes migraciones; espeluznantes noticias de estos arrasamientos nos da la Biblia.
La especulación sobre el genocidio que hubieran cometido los españoles del descubrimiento y conquista de América, fue polémica desde el principio hasta esos extremos niveles de apasionamiento en los que contienden la justificación de las desgracias colectivas mutuas, y el más ostentoso ridículo patriotero. Estuvo de actualidad con los fastos del V Centenario, sobre el que parecía aletear el espíritu vengativo de los dioses amerindios: todo se hundía o se incendiaba.
El interés de este ejemplo extraído de los siglos XVI y XVII, como lo atestigua Neuman, es la pervivencia de la práctica del genocidio en América. Los testimonios son innumerables y de reproducción tan exponencial que nombrar una serie de ellos asumiría el riesgo de la pérdida mañana de su valor ejemplar.
- La coherencia entre los genocidios históricos
La coherencia desde el punto de vista de los estudios victimológicos, a la que me refería, entre el genocidio que practicaron los turcos contra los armenios en 1915 y los alemanes con los judíos en la Segunda Guerra Mundial consiste en que el genocidio fue la puesta en práctica de una decisión política y se ajustó a un plan. En consecuencia se trata de victimizaciones genéricas, pero directamente dispuestas por los victimarios, que han alcanzado el poder político.
Respecto ala causa Armenia, Elías Neuman noticia que las tropas inglesas que conquistaron Alepo en la Primera Guerra Mundial encontraron una comunicación telegráfica del Ministro del Interior del Gobierno turco dirigida a los gobernadores turcos en la que ordenaba: «A la prefectura de Alepo: Ya se ha comunicado que el Gobierno ha decidido exterminar totalmente a los armenios habitantes de Turquía. Los que se oponen a esta orden no podrán pertenecer ya al administración. Sin miramientos por las mujeres, los niños y los enfermos, sin escuchar los sentimientos de la conciencia, es necesario poner fin a sus existencias. 13 de septiembre de 1915.
Esta orden recordaba la decisión inicial que comenzó a ponerse en ejecución en la noche del sábado del 24 de abril de 1915. El Plan se ejecutó y la policía Turca aniquiló a casi 1.500.000 armenios en las provincias que estaban en el Imperio Otomano, de una población total de 2.100.000 habitantes.
Muy oportunamente Elías Neuman recuerda que este ejemplo le sirvió a Hitler quien, comenzaba la invasión de Polonia en 1939, dijo en un discurso pronunciado para sus jefes militares: «Nuestra fuerza residirá en nuestra rapidez y dureza. He dado orden a las fuerzas especiales del Servicio Secreto para que se dirijan al frente polaco y maten sin compasión niños y mujeres. ¿Quién habla hoy, por ejemplo, de las matanzas de armenios?».
- b) Los sentimientos humanitarios y el holocausto
El mecanismo de identificación cultural como nación cohesionada a falta de otros requisitos históricos de permanencia que es el caso particular de la nación alemana aún hoy en día requiere la previa identificación del otro, y su exclusión. El mecanismo radical de identidad comunitaria exige el convencimiento, cuando ni siquiera la lengua sirve como signo exclusivo de participación en los mismos orígenes y destino, de que la humanidad nos pertenece, en el sentido de que los otros no son humanos y por tanto conspiran criminalmente para entorpecer nuestro excelso destino en lo universal, como, prestado terminológicamente por Don José Ortega Y Gasset, le gustaba decir al fundador de la falange Española como definición de qué es la nación.
Obsérvese a este respecto el tríptico que nos ofrece Hans Magnus Enzenberger:
- «F. Decreto sobre el sacrificio y tenencia de peces vivos y demás animales de sangre fría del 14 de enero de 1936:»
«Párrafo 2 A: cangrejos, bogavantes y demás crustáceos cuya carne ha destinado el hombre para su consumo, se les dará muerte en lo posible por separado arrojándolos al agua en plena ebullición. Queda prohibido colocar los animales en agua fría o sólo templada y ponerlos a hervir después.»
Telegrama nº 234.404 cursado en Berlín el 9 de noviembre de 1938 a todos los puestos y comisarías de policía: «En breve plazo tendrá lugar en toda Alemania operaciones de limpieza contra los judíos, en especial contra sus sinagogas. No debe ponérseles obstáculos…»«Se hacen preparativos para la captura de unos 20.000 a 30.000 judíos en el Reich. Ante todo hay que elegir los judíos acaudalados. Se promulgarán más disposiciones en el transcurso de esta misma noche… Gestapo II. Firmado: Müller».
- «2. Decreto para la protección de plantas silvestres y animales que no son de caza del 18 de marzo de 1936.»
«Párrafo 16. Se autoriza a los propietarios de terrenos, a los usufructuarios o a sus mandatarios el apresar, sanos y salvos, y a tomar en custodia gatos ajenos mientras la nieve cubra el suelo, sean hallados en jardines, huertos, cementerios, parques o lugares públicos similares. Los gatos tomados en custodia se han de tratar con toso cuidado.»
«Telegrama nº 663-43 de 25 de mayo de 1943 cursado en Varsovia al jefe superior de policía y de las SS en el Este:»
«Al inciso 1. del total de 56.065 judíos capturados, unos 7.000 se quitaron voluntariamente la vida en el curso de la gran redada efectuada en el ex distrito judío. Durante el transporte hacia T.II fueron exterminados 6.929 judíos, con lo cual la cifra asciende en total a 13.929. Hay que descontar aproximadamente 5-6.000 judíos de la cifra 56.065, los cuales perecieron en voladuras e incendios… El jefe de policía y de la SS en el distrito de Varsovia. Firmado Stroop». Y,
- Discurso de Heinrich Himmler en el Posen el 4 de octubre de 1943 a los SS-Grupperführer:
«…La mayoría de vosotros sabréis lo que significa que haya 100 cadáveres tendidos en el suelo, o 300, o 1.000. Haber soportado esto –prescindiendo de excepciones de debilidad humana- y además, haber guardado la compostura, he aquí lo que nos ha endurecido. Esta es la máquina gloriosa de nuestra historia nunca escrita y que nunca se escribirá».
Decreto para la protección de plantas silvestres y animales que no sean de caza:
«Parágrafo 23. Con objeto de proteger a los restantes animales en libertad no cazables se prohíbe, 1: El capturarlos o exterminarlos en masa sin un motivo razonable y justo».
- Primeros ensayos de limpieza étnica: judíos y moriscos
Sin embargo por decencia histórica no debemos olvidar que el primer gran ensayo de limpieza étnica se hizo en España en 1492. Cierto es que vino arropado por el trasfondo histórico de varios siglos de razzias populares antisemitas en tosa Europa, de discriminaciones decretadas por reyes y señores en los territorios de sus dominios y concretamente precedida por decretos soberanos de expulsión de los judíos de la monarquía inglesa en 1290 y de la francesa en el siglo XIV. Pero también podemos asegurar que los precedentes de reactivo carácter popular o planeado por los gabinetes regios eran más bien chapuceros frente a la meditada y bien planeada carta real de Isabel y Fernando de 31 de marzo de 1492, que ya tiene el sentido que la historia contemporánea dará una solución final, porque a un lado de que se condicionaba la expulsión a la negativa al bautismo, la medida era irreversible. Esto es, a través de la expulsión, los reinos se desprendían del problema judío para siempre. Es triste el impudor con el que algunos historiadores confirman su propio racismo empeñándose en afirmar que la decisión real no fue racista sino simplemente religiosa. Al principio de la carta real de expulsión se recuerda que en las cortes celebradas en Toledo en 1480 ya se mandó apartar a todos los judíos «e dalles juderias e lugares apartados donde biviesen». La carta pues, constaba el fracaso de la condena al gueto revelando que la causa más directa de la expulsión es la necesidad de cohesión del estado Monárquico, incitada por su instrumento, La Inquisición, que tiene la encomienda de edificar dicha cohesión nacional. En estas palabras: la identidad del pueblo en la fe. Se está inventando un Estado-Nación.
Los antecedentes conceptuales de la solución final serán:
- El ideal de sociedad cristiana universal por la fe que expresaron los teólogos de principios del siglo XIII.
- La difusión en toda Europa de la imagen estereotipada del judío. Desde esta construcción del estereotipado a la «conjura judía» hay solo un paso que responde al código cultural del rechazo del otro. Y,
- En esta imagen estereotipada que permite la exclusión y eventualmente la eliminación del otro se depositan las propias inseguridades y miserias que alo largo de los dos siglos siguientes se precipitarán sobre los judíos conversos.
El resultado de la medida defraudó a sus autores quienes parece ser que esperaban que el recurso al bautismo conjuraría el riesgo de perder un notable e industrioso sector de la población, entonces cifrada en cinco millones de habitantes.
Con acierto el profesor de Historia Medieval en la Universidad de Salamanca, Monsalvo Antón escribe que los Reyes, que no cayeron en la provocación montada por la Inquisición consistente en un complot de judíos y conversos sobre el Niño de la guardia que llevó a la hoguera a varios inculpados en la conjura «seguramente si se dejaron llevar por el clima de hostilidad hacia los judíos arraigado en la opinión pública. Los judíos serían –sigue diciendo el profesor Monsalvo- una vez más el chivo expiatorio para fingir o forzar, en torno a un valor compartido, una conexión ideológica que de hecho no existía en la sociedad».
Claramente pues aceptaron el riesgo pero no proveyeron las consecuencias: perdieron cien mil súbditos e inventaron la limpieza étnica.
El camino que se recorrió en España hacia la identidad nacional del estado sobre una base religiosa no fue largo: Decretos promulgados entre 1525 y 1528 les incitaron a los moriscos al bautismo. Como efectivamente y en gran parte la conversión fue una formalidad y siguieron siendo criptomusulmanes, en 1609 se les expulsó. Culminó así el proceso de limpieza étnica iniciado con los judíos un siglo antes.
Pero si bien España ya no puede ser un Estado de acogida para los sefarditas instalados en el mediterráneo oriental o en el oriente próximo la gran paradoja de la Historia puede consistir en que los descendientes de aquellos expulsados, muchos de ellos al menos estén cruzando el estrecho en las pateras procedentes de Laroche, Nador, Zeluán, Alhucenas, Tremecén, etc.
El profesor de Historia del Islam Contemporáneo de la Universidad Autónoma de Madrid, don Bernabé López garcía noticiaba en noviembre de 1992 que tras la promulgación de la Ley de extranjería en 1985 y después del ingreso de España en la Comunidad Europea, el primer proceso de regulación de extranjeros de 1986 demostró la existencia de un colectivo magrebí que se había duplicado en un año: de 6. 000 personas en 1985 se pasó a casi 12. 000 en 1987. Después de la nueva regulación en 1991 eran 72. 000 marroquíes legalizados y unos 3. 000 argelinos estimándose en unos 8. 000 no legalizados y no menos de otro tanto clandestinos.
El autor cifra el total de los musulmanes en España en unos 100.000. Inevitablemente se prevé un gran aumento de estas cifras, dada la permeabilidad de las fronteras, el efecto de rebote desde otros países de la Comunidad Europea y el reagrupamiento familiar de los legalizados. No es consolador que el problema sea común a los países europeos de sustanciosos cubos de basura. Es que los estados Europeos por una parte se muestran reticentes a colaborar en el desarrollo de los países de origen de los refugiados y en ocasiones es explicable si los medios económicos exportados se desvanecen en las manos de los clanes dirigentes de estos países menos eficientes; y de otro lado, que los estados europeos siguen anclados en el mito de su identidad nacional.
- LA IDEA DEL REFUGIADO COMO FENOMENO DE MASAS
En el sistema del estado-Nación, los derechos sagrados e inalienables del hombre se encuentran desprovistos de tutela en momento mismo en el que ya no es posible configurarlos como derechos de los ciudadanos de un Estado.
– De aquí el destino de estos hombres esté en manos de la policía y las organizaciones humanitarias..
Experimentalmente se comprueba que los estados de la Comunidad Europea, cada uno de ellos y todos en su conjunto organizado como embrión supraestatal, utilizan todos los medios políticos disponibles para oponerse a la marea inmigratoria. Y esta política cuenta con el beneplácito creciente de sus ciudadanos, a un lado de se manifieste con más o menos crispación en cada nación lo que depende de la situación geográfica de cada país con respecto del limes extraeuropeo y de la existencia histórica como país huésped que haya tenido.
En si artículo «Alemania y la fortaleza europea», Jürgen Habermas –«El País» 15/07/93- se pregunta «desde un punto de vista normativo» si está justificada una política de cierre hermético de las compuertas de entrada a la inmigración.
Quizás el planteamiento inicial de los que en Europa reflexionan sobre estas cosas sea el mismo de Habermas: Los Estados Constitucionales modernos encarnan –en sus constituciones- los mismos principios generales, pero al mismo tiempo, reflejan en cada una de sus constituciones y desde ellas en sus ordenamientos jurídicos que organizan la vida, formas particularizadas de comportamiento e inhibición de sus ciudadanos.
Por otra parte, estos ciudadanos tienen derecho a conservar estas formas particularizadas de comportamiento colectivo nacional. Por otra parte, como están organizados en un Estado Democrático de Derecho cuyo quicio es una tabla de derechos universales, ¿Cómo pueden exigir la asimilación de los emigrantes con formas de cultura y de comportamientos distintos en el más pacífico de los casos?
Habermas nos dice que esta tesitura se plantean dos niveles de asimilación:
El primero ineludible, exige la aceptación de los principios de la Constitución. Citando a Rawls «cómo se practica la utilización práctica de la razón». Yo diría, las reglas del juego mínimas a las que todos los ciudadanos deben someterse.
El segundo nivel, que el emigrante debe estar dispuesto a «ejercitarse en la forma de vida, en las prácticas y en las costumbres de cultura nativa mayoritaria, hasta la integración ético-cultural» es lo que se denomina la aculturación del inmigrante.
El segundo nivel conlleva la negación personal del inmigrante. Desde un punto de vista victimológico su sacrificio. Es ofrecido a los ídolos del estado de acogida como víctima propiciatoria. Debemos tener en cuenta –como Habermas hace- que en el Estado democrático de derecho suelen convivir distintas culturas pero cada vez menos, diversas formas de vida y esa forma de estado de la diversidad no exige la aculturación de las minorías. Aplicando las reglas del juego de la Constitución, el estado de acogida no puede victimizar a los inmigrantes exigiéndoles la aculturación del primer nivel, la aculturación política, la asimilación de la Constitución. Habermas expresa así el límite:
«No está, sin embrago, justificada la asimilación que va más allá de la cultura política común y a favor de la autoafirmación de una forma de vida cultural preponderante en el país».
Pero no se trata simplemente de un proceso de almacenaje de la mercancía idónea para el reciclaje constitucional de mínimos. Como los inmigrantes en virtud del mismo recibimiento constitucional no pueden ser despojados de sus creencias ni de sus tradiciones, incorporados a la comunidad de acogida influirán en ese segundo nivel ético-cultural de la comunidad, tradiciones que no han tenido que aceptar. Cambia el proceso d autocomprensión de la ciudadanía, los demócratas llaman a este cambio, enriquecimiento; los xenófobos y racistas: pérdida de la identidad d e la nación.
Tras el derrumbe del muro de Berlín se han producido acontecimientos, que, según la perspectiva del observador, significaría el retroceso –hasta la época del desmembramiento del imperio austro-húngaro y una detente entre las grandes potencias- o la aceleración; sin dejar de lado las predicciones de Fujiyama sobre el fin de la historia.
Para algunos estudiosos el fenómeno nuevo que traspasará el siglo XXI y alterará la historia del refugiado. Los refugiados ya no representarán casos individuales sino fenómenos de masas, como en los tiempos de la caída del impero romano, Será de alguna manera la gran rebelión denlas víctimas del desarrollismo de las naciones de economía altamente eficiente. Pero no sólo porque su irrupción provoque una catástrofe dimensionable en un pastiche cinematográfico-televisivo, sino porque ya re presenta una escisión entre la ciudadanía de los Estados desarrollados que disloca la identidad entre hombre y ciudadano. El filósofo italiano Giorgo Agamben (…) opina que «por esta razón, porque altera la antigua trinidad Estado-nación-territorio, el refugiado, esta figura aparentemente marginal merece ser considerado como la figura central de nuestra historia política». Y tras de la observación profesional sigue la alarma del ciudadano: «no hay que olvidar que los primeros campos de refugiados se construyeron en Europa como espacio de control y que la sucesión campos de internamiento –campos de concentración- campos de exterminio representa una progresión perfectamente real».
Esta diabólica progresión que parece la culminación avalada por la experiencia de la respuesta xenófoba a la amenaza del estado se cumplirá si se sigue considerando al refugiado a la manera que dice Agamben como concepto-límite que va a provocar la crisis radical de los principios del estado Nación consagrados en sus tablas de derecho del hombre y del ciudadano pero no si dejamos de fortificarnos en el desmesurado bastión de la identidad nacional en vez de expander y desarrollar los derechos y animar el proceso de autocomprensión de la ciudadanía.
Jürgen Habermas, recuerda que «los ejemplos de sociedades pluriculturales como Suiza y Estados Unidos, muestran que una cultura política en la que pueden arraigarse los principios constitucionales no presupone ningún origen étnico, lingüístico ni denominador común a todos los ciudadanos. Una cultura política liberal tiene como único denominador común un patriotismo constitucional que acentúe al mismo tiempo la sensibilidad cabía la diversidad y la integridad de las diferentes formad de vida en una sociedad multicultural. (…)
Parece que este es el único camino. Si no hay comprensión de otro, habrá victimización del otro. Lo más peligroso es que victimizar a otro personalizado es un crimen paro victimizar a los otros es un genocidio cuya diferencia no reside sólo en la dialéctica numeral entre la singularidad y la pluralidad sino en la entidad genérica de todos los distintos frente a la falacia de nuestra identidad.
SI es cierto que actualmente el suelo europeo consiste en que en un futuro estado federal europeo los principios jurídicos universales deberán ser interpretados desde las diferentes tradiciones nacionales será una ingenuidad creer que estas tradiciones no van a ser alteradas y enriquecidas por otras culturas extraeuropeas. Lo que habrá que garantizar es el respeto al marco mínimo de los derechos del hombre y del ciudadano y el marco político de organización democrática de la sociedad futura.