El proceso de incorporación creciente de la mujer al mercado de trabajo no ha venido acompañado de los cambios necesarios y suficientes para lograr que las diferencias entre los hombres y las mujeres desaparezcan, tanto en tasas de participación como en condiciones laborales. Las políticas sociales de todos los Estados miembros de la Unión Europea parecen encaminarse hacia una progresiva igualdad entre los sexos, y en el discurso político dominante la conciliación y la corresponsabilidad han dejado de ser un problema de mujeres para ser un problema social.
Para las mujeres, trabajar fuera del hogar, aun siendo una opción legítima incluso apoyada por la sociedad, sigue siendo difícil de llevar a cabo, los cambios en la composición de la fuerza de trabajo tienen sin duda una incidencia clara en la organización familiar. A pesar de que se tiende a reconocer que el fomento de la conciliación es la respuesta más eficaz para frenar el descenso de la natalidad, (frente a la pauta anterior que asociaba el mayor número de hijos a la familia tradicional en la que las mujeres se dedicaban sólo al hogar), actualmente, los países con un índice de fecundidad más alto son también aquellos en los que la mayoría de las mujeres, incluyendo a las madres de hijos pequeños, están en el .mercado de trabajo, como ocurre en los países del Norte de Europa o en Francia Por el contrario en los países del Sur, donde disminuye tanto la natalidad se corresponde con mayor precariedad y menor empleo de mujeres. Esto evidencia que se trata, de un problema social importante y complejo, apenas asumido aun por el Estado y la organización social en su conjunto, y a pesar de esta complejidad social y estructural la relación entre vida familiar y vida laboral es, hoy por hoy, una relación de contradicción, no de conciliación.
En definitiva, el modelo tradicional, en el que el curso de la vida de hombres y mujeres se regulaba por diferentes patrones, ha sufrido cambios significativos, sin embargo, los datos y las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años hacen que nos interroguemos al respecto: Así en el año 2022, conforme datos de INE y al desagregar los datos por sexo, podemos observar que la tasa de actividad de los hombres supera la tasa de actividad de las mujeres. Los hombres registraron una tasa de actividad de 63,53% mientras que la tasa de actividad de las mujeres se situó en el 53,79%. Y de acuerdo con los datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, en 2022 el 70% de las demandas de excedencias del trabajo por cuidados a familiares las solicitaron las mujeres siendo las medidas de conciliación las más exigidas por ellas. Y consecuencia de ello es que una amplia mayoría de mujeres demanda la jornada reducida un 53% frente al 2% de los hombres, y las excedencias por cuidado de familiares un 40% frente 2% de los hombres resultado que el 67% de todo el trabajo no remunerado realizado en nuestro país recae en las mujeres.
Desde la comisión de igualdad resaltamos que una fuerza de trabajo capacitada y disponible para el empleo, (entre ello las mujeres), que se encuentra en condiciones de inactividad, desempleo o subempleo, implica una asignación ineficiente de recursos y una pérdida de capital humano, y trae como consecuencia que la economía no se ubica en la frontera de sus posibilidades de producción y crecimiento económico. Por ello, inexorable resulta que se realice además de la ampliación de los permisos de los progenitores también una ampliación del derecho a solicitar fórmulas de trabajo flexible para cuidadores que trabajan, y extenderlos este derecho para todos los progenitores y que todas las medidas que se adopten sean desarrolladas con perspectiva de género y ello sin olvidar que se pongan en práctica propuestas a favor de las familias monomarentales/monoparentales, que solo tienen un ingreso y muestran evidentes dificultades de conciliación.