Jueces para la Democracia llega a este congreso de Bilbao en una situación ciertamente complicada, incluso comprometida, debido a una pluralidad de circunstancias. De éstas, unas tienen que ver con el statu quo de la administración de justicia, en patente proceso de degradación; y, consecuentemente, con su imagen en la percepción social, hoy tal vez más negativa que nunca. Con ello guarda relación el dato, bien acreditado y quizá no suficientemente considerado, del profundo y creciente malestar, del difuso estado de disgusto que reina entre quienes ejercen la jurisdicción. En este contexto, bien poco estimulante y nada favorecedor del impulso ideal que, precisamente por su carácter, el mismo demanda de quienes creemos —¿creemos?— que hay que cambiar las cosas, JpD tiene sus particulares problemas, en función de la situación y de la propia dinámica del grupo.

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