El autor del famoso «si vis pacen para bellum»,  podría seguramente haber imaginado, al acuñarlo,  cualquier cosa menos que el destino la habla llamado  a expresar con precisión plástica el tenor tan cínicamente  ambiguo del «esfuerzo por la paz» en que  aseguran consumir sus energías los gobernantes de  muchos países en estos últimos lustros del siglo XX,  más bien nuevos «señores de la guerra».

En efecto, la paz, objetivo precioso, derecho radical  de los hombres y de los pueblos, «se busca» ampliando  desmesuradamente los riesgos de la guerra.  La calidad de la paz, siempre precaria, que disfrutamos  sin sosiego, cede en beneficio del incesante  progreso tecnológico de los medios al servicio de la  destrucción.

Nos hacen vivir la paz bajo amenaza, la paz provisional  como si en la guerra estuviera el verdadero  peligro, ‘mientras crece a nuestra costa, cotidiano y  vecino el único riesgo real. El que supone alimentar  y hacer crecer entre nosotros aquello que en línea  de máxima podría llegar a exterminamos, pero  que ya ahora mismo nos está consumiendo poco a  poco.

Hipotéticas necesidades frente a nunca se sabe  qué enemigo, absorben una parte fundamental, de  nuestros recursos colectivos, generando auténtica  indefensión frente a la agresión concreta y actual  que para la inmensa mayoría supone Ia desviación  del fruto del trabajo de todos los objetivos humanizadotes y pacíficos. En el caso que a nosotros como  jueces más concierne, contribuyendo negativamente  de una manera decisiva al mantenimiento del servicio  judicial bajo niveles de miseria, en el plano  presupuestario.

Mientras «nos armamos» para la guerra, estamos  perdiendo la paz en muchos campos. Al mismo tiempo que acumulamos tecnología nuclear militar favorecemos  el reforzamiento de un poder militar-Industria  cada vez más lejano de cualquier posibilidad de  53  control democrático cuyos centros de decisión efectivos  se encuentran además radicados más allá de  nuestras fronteras.

En tales condiciones, si hubo una época en que  pudo ser un esfuerzo estimable y progresivo de los  juristas reconocer justificación a sólo ciertos supuestos  de conflictos armados, discutiendo su legitimidad  a los restantes, difícilmente podría darse hoy razón,  desde una conciencia jurídica democrática de otra  actitud que no fuera la de un incondicional y franco  alineamiento en favor de la paz. Porque ya no puede  haber «guerras justas».

Alineamiento por la paz como presupuesto fundamental  para el imperio del derecho, por la paz como  derecho básico, sin el que ninguno de los otros fundamentales  sería posible, por la paz como único clima  para la convivencia civil y democrática.

Una apuesta de este carácter exige ya la renuncia  decidida a la realización de cualquier esfuerzo  bélico, incluso preventivamente defensivo. Por lo  que, decíamos, tiene en sí mismo de agresión a valores  esenciales, y de obstáculo para la satisfacción  de necesidades radicales que son de todos los  hombres.

Por todo lo expuesto Jueces para la Democracia  estima como exigencias de atención inaplazable en  el momento actual de la sociedad española: 

  1.  La modificación del vigente orden de prioridades presupuestarias, para hacer derivar, al menos parte de los recursos colectivos, del gasto militar hacia  la cobertura de verdaderas necesidades sociales  acuciantes. 
  2.  El cese de la venta de armamento a los países del Tercer Mundo y a aquellos otros que violan sistemáticamente las normas internacionales en materia  de derechos humanos. 
  3.  Que los ciudadanos vean reconocido su derecho al conocimiento de los proyectos económicos y políticos de la defensa, a través de una auténtica  transparencia informativa, de modo que puedan pronunciarse  democráticamente sobre las posibles opciones  en la materia. 
  4. Que se trabaje activamente para fomentar políticas  nacionales e internacionales orientadas a la  creación de un clima de convivencia basado en la  seguridad común y no en la inseguridad fundada en  el equilibrio nuclear y convencional.